lunes, 9 de febrero de 2009

El trabajo de enrojecimiento. -

El trabajo de enrojecimiento. -
En la forma perfecta del alma ofrecida como cáliz, en la flor cristalina donde la materia está en éxtasis, el espíritu repentinamente arde en llamas. Y el oro aparece, la conciencia solar de la omnipresencia, el AUREA APPREHENSIO. Que no halla error: Del fuego de que se habla en estos textos, no es(o no es solamente) uno de los elementos. Es el fuego que está "super omnia elementa" y que actúa"ineis"- una de las lenguas de fuego del Pentecostés. La XANTOSIS- la aparición del oro- la cual marca el principio del "trabajo rojo", implica una intervención directa de un poder trascendente, de un contacto entre la vida cósmica y su polo supraformal. En la ilustración de Gichtel, el dragón que cubría el corazón y restringía su radiación a tocar solamente objetos de afirmación individual, renace luego de ser "disuelto" en la pureza virginal del alma y es transfigurado mediante este contacto con lo divino: su propia energía "rectificada" da nacimiento al oro, a la visión solar de unidad. Luego, son celebrados el "incesto filosófico" y la gran hierogamia de la NUPTIAE CHYMICAE: El Sol se une con la Luna, el azufre "fija" a mercurio; en el hombre el espíritu restaura la vida y la hace fructífera. Este es el encuentro ceremonial del Rey Rojo y la Princesa Blanca. El Rey es coronado en oro, vestido de púrpura sostiene una lila roja en su mano. La Reina es coronada de plata y sostiene una lila blanca. Cerca de ella un águila blanca ha levantado el vuelo, un símbolo de la "sublimación" mercurial que debe ser fijada por la ahora benéfica fuerza del azufre, simbolizado por el León dorado que camina cerca al Rey. La realización alquímica en efecto es esencialmente un "hacer carne" relacionado a la santificación del arte y de la autoridad social; ella no escapa del mundo sino que busca que iluminarlo: es de hecho una "realización Real" que demanda "fidelidad a la tierra" y, luego del ascenso extático del "trabajo de blanqueado", el "descenso" que hace del hombre el SALVATOR MACROCOSMI. El simbolismo que enfatiza la necesidad de este "retorno" es tan profuso que es asombroso. La vasija en la cual es efectuado el trabajo debe permanecer "herméticamente" sellada, de modo que la parte sutil del compuesto, llamada "el ángel", no pueda escapar, sino que será forzada a condensarse nuevamente y a descender una y otra vez hasta que el residuo es transformado. Dentro del cuerpo visible reside un cuerpo espiritual que Boehme compara con un "aceite" que debe ser inflamado de modo que pueda convertirse en una "vida de alegría, exaltada por todo". La alquimia enfatizó a la larga y sobre todo la heroica virilidad que el trabajo debe hacer surgir. El alquimista es un "héroe solar" quien debe hacer del IOS, del veneno de vida, el elíxir de longevidad, él es el "señor de la serpiente y de la madre", "él ata las manos de la virgen, aquél demonio elusivo, él transforma las aguas torrenciales en piedra vivificante, él subordina a la naturaleza que se deleita en sí misma en naturaleza que es capaz de sobrepasarse a sí misma". A través del logro, como hemos dicho, de una cosmogonía más elevada, él confiere a la sexualidad cósmica la nobleza de un amor liberador: amor del hombre por la mujer a quién desea guiar hacia su perfección, del artesano por las materias cuya secreta belleza él libera; del Rey para con su pueblo que él sostiene en la realización de los "pequeños misterios" esto es, en la transmutación, a través de toda la actividad humana, del orden cósmico en una liturgia. Por eso es que sería mejor traducir RUBEDO como "trabajo en la púrpura" mas que "trabajo en el rojo". La púrpura resulta de la unión de la luz y la oscuridad, una unión que marca la victoria de la luz. La púrpura es el color real. Es también, de acuerdo a Suhrawardi, el color de las alas del arcángel que preside el destino de la humanidad; cuando quiera un hombre sabio descubre la sacralidad de todas las cosas el arcángel ha enterrado una de sus alas con sombra; el "silente", por su sola presencia, trae el ala blanca junto a la negra y las une en la púrpura. En el diseño de Gichtel el primer movimiento hacia el corazón, que es percibido como una purificación interior, es sucedido por un movimiento inverso de unificación exterior. Y esta vez los centros masculinos absorben a los centros femeninos. El Sol es proyectado sobre Venus y la transforma en Marte, penetrando la energía animal y volviéndola hacia la guerra santa interior. Marte, a su vez, fija a Mercurio de modo de extraer Júpiter de él; Júpiter el Rey que dispensa justicia bajo el árbol de la paz: El espíritu penetra el sueño vegetal y transforma la pesadilla del mundo en el sueño de Dios. A través de Júpiter el Sol desciende en la fuerza radical del agua, de la luna, y del sexo, en la noche en la que está envuelta para que pueda ser recibida por las criaturas. La fecundidad transfigurada: ya no transmite otra cosa sino la vida. Este es un otoño eternizado, la aparición del hombre fructificado. Finalmente, surge un Saturno regenerado. De allí el Dios de la Edad de Oro: el plomo es transformado en Oro, la conciencia del alquimista penetra el sueño universal, en las piedras como en los huesos, regresando a la enseñanza cabalística relativa a la LUZ, al "huesillo" que "resiste al fuego", y cuyo cuerpo germinará otra vez en la "resurrección de la carne", el alquimista logra el éxito al santificar su cuerpo despertándole del sueño en la muerte el Dios que duerme en la piedra de los huesos. "Tal es el secreto que concierne a la tiza, la cal todopoderosa, el elemento titánico: es el cuerpo incorruptible, el único útil. . . quienquiera lo haya hallado triunfa sobre la privación, esto es, sobre la ausencia de Dios. Como el apokatastis de la pesantez, la transfiguración de Saturno es la transfiguración de un Titán: De ahora en adelante la presencia silenciosa del alquimista es una bendición sobre todos los seres, el secreto rey, el ser central consciente que relaciona el cielo y la tierra y asegura el buen orden de las cosas. UNUM EGO SUM ET MULTI IN ME: Él es un hombre muerto que trae la vida. Muerto a sí mismo, tórnase nutrición inexaustible, en él opera el misterio de la "multiplicación" y el "aumento". Él es la "panacea", el "elíxir de vida", el oro bebible". De la piedra crística con la que está identificado fluye una tintura roja y blanca que conforta el alma y el cuerpo. Él es el fénix de cuyas cenizas una gran bandada de pájaros alza vuelo.