lunes, 9 de febrero de 2009

REINO DE LOS VEGETALES

REINO DE LOS VEGETALES Después de la contemplación del reino mineral bosquejada superficialmente, con el vegetal, por temor a que esta carta se convierta insensiblemente en un libro en las manos de un hombre que no los hizo ni los hará jamás. Los vegetales son cuerpos que tienen raíz en la tierra y echan su tallo, hojas, frutos, y flores en el aire. Su simiente interna, ayudada por un calor exterior, y sobre todo animada por el Espíritu universal, mediante la influencia de los Astros, se deja ver en la propagación de su especie. Observad por vosotros mismos en las partes de un vegetal, sólidas y líquidas, espirituales o corporales, su bálsamo natural, que las agita con su humedad o el Mercurio que las humedece y sostiene. Su anatomía os enseñará con su solidez su carne, en sus ligamentos como las arterias y las venas que sirven para los actos que en ellos ejecuta el espíritu universal. El total de sus miembros está formado por la raíz, el tallo, la corteza, la médula, la madera, las ramas, las hojas, las flores, los frutos, el musgo, el jugo y la goma; de ahí que vuestra meditación os dictará de acuerdo con lo que antes dije tanto con respecto al universo de las criaturas como a las criaturas en particular, lo que hay que observar concerniente a su generación, conservación y destrucción. Están sujetas a las estaciones que retardan o aceleran según sus propiedades, sus cualidades inherentes a cada planta por separado, para hacerla seguir su camino destinado desde la fundación del mundo. No se hubiera terminado de hablar nunca de sus especies y virtudes diferentes, como también de su naturaleza y constelación, o bien de distribuirlas y arreglarlas bajo los Astros que dominan a cada planeta en particular, y demostrar a los sentidos que las naturalezas se relacionan con diversas enfermedades y con la armonía de los espíritus subalternos que gobiernan las perfecciones de las plantas y las imperfecciones de las enfermedades; pero ese camino a pesar de ser maravillosamente hermoso y agradable es demasiado largo y no hace más que dar vueltas alrededor del centro cabalístico, al cual se llega por un sendero infinitamente más corto y cómodo, si se observa exactamente el comienzo el final de esta carta. Según mi opinión, teniendo la clave de la ciencia general, se penetra con facilidad en las propiedades de las criaturas particulares, pero es muy difícil trepar de lo particular a lo general, porque, claro está, se desciende con más facilidad de la que se tiene para subir, y da siempre mucho más trabajo hablar al mismo Príncipe que a sus criados. EL REINO ANIMAL El animal es un cuerpo móvil y se nutre de los vegetales y los minerales, porque estos dos últimos participan los unos de los otros. Como enumerar al detalle las partes y las especies sería un trabajo amplio y grande, sólo tocaré al pasar. Los animales están compuestos del cuerpo y del alma; el primero es, en realidad, el habitáculo del segundo. Los cuerpos son todos penetrables para las almas animales, y tienen partes más o menos condensadas y relativas a los elementos de Macrocosmos. Los huesos, que es lo más seco que tienen, son semejantes y cercanos a la tierra. Los cartílagos son partes menos duras que los huesos y flexibles, como también los ligamentos, membranas, nervios, arterias y venas; para lo cual me remito a los anatomistas, como para las otras partes en las que hablaremos que se relacionan con los elementos: las secas con la tierra, las húmedas con el agua y las espirituales con el agua o el fuego. Los espíritus animales son vapores sutiles: los hay superiores e inferiores; éstos son, o acuáticos o terrestres, y presiden en las partes del cuerpo que más les convienen, a semejanza de los espíritus del Macrocosmos, que contribuyen sus funciones a los elementos de los que sacan su origen. El espíritu del fuego o celeste, reside en el corazón y anima a los demás por su actividad; actúa exactamente en el Microcosmos como lo hace en el Macrocosmos, con la diferencia de que en el uno es particular y en el otro vegetal, donde tiene lazos con los espíritus subalternos del gran mundo, porque cada animal puede calificarse como tal, aunque mucho más imperfectamente que el hombre, el único hecho a semejanza de Dios. Con trabajo me privaré de hablar más de lo que deseaba hacerlo del alma sensitiva y de su diversidad con la razonable. El alma sensitiva es una sustancia espiritual, y como tal reside en el cerebro, y domina a los espíritus animales por ser instruida y capacitada por el Creador para el sentimiento, el apetito y la emoción. Para llamarla por su nombre, es una chispa del espíritu universal, salvada por el Soberano de la esencia del cielo sidéreo e impresa en la simiente animal para regirla en la clase en que está colocada; los rayos de dicha alma no alumbran más allá de los límites de sus espíritus animales, porque hasta el mismo hombre animal no comprende las cosas que son del espíritu de Dios; porque como dicha alma animal no es más que de la clase sidérea, no sabría elevar su vuelo por encima de su patria. Todo lo contrario, es menester que todas las facultades animales y terminadas estén como adormecidas y regeneradas cuando el alma razonable se eleve a Dios y se prosterne ante el Trono de su Majestad para obtener de él las luces espirituales. De suerte que los rayos de esta alma sensitiva o animal sufren, para residir en los espíritus animales y elementarios, una mezcla muy grande de las tinieblas adheridas a la materia crasa e impura, lo cual la hace menos sutil y penetrante, impidiéndole que conozcas las cosas más que por la superficie. El reflejo de esos rayos inflama la imaginación y conmueve al apetito que hace de voluntad en el alma y causa la emoción de las partes corporales que dependen de ella, de acuerdo con los órganos y su perfección o defecto, por lo que unas actúan más o menos perfectamente que las otras. El hombre es la más perfecta de las criaturas, su cuerpo está más excelente y delicadamente organizado que el de los otros animales, siendo esto requerido por sus funciones dominantes. La materia de ese cuerpo no es diferente en nada a la de los otros animales, pero sí la forma, para cuyas partes me remito a los que sobre ello han compuesto volúmenes, por temor de hacer un de repeticiones. Su alma razonable es de naturaleza sidérea, dotada por el Creador de la facultad de comprender lo que sucede bajo el cielo Empíreo y lo que el Macrocosmos contiene. Cuando el Creador formó al hombre (Génesis 2 v. 7) de tierra, no se dice que hiciera su alma de ninguna materia, sino que se la infundió, soplando en sus narices un soplo de vida, por lo cual el hombre fue hecho de alma viva e inmortal; si ella es pura, digo, es capaz de conocer lo que es el Macrocosmos y juzgarlo. Puede ejercer sus operaciones intelectuales concentrada en sí misma y sin la ayuda de los sentidos exteriores o materiales, lo que no sería capaz de hacer el alma animal, porque atados sus sentidos, todas sus funciones están detenidas. El alma razonable es un espejo que representa las cosas muy alejadas, lo cual no sabrían hace los sentidos materiales, ella penetra por un razonamiento sólido, hasta en las cosas invisibles e impalpables. Mientras ocupa sus facultades en las cosas materiales, le cuesta trabajo elevar su mirada a las cosas sublimes, pero si halla asistido de la gracia divina para desembarazarse de ellas, entonces puede emplear todas sus fuerzas y actuar vigorosamente. Porque así como los astros superiores e inferiores, quiero decir, los generales y los particulares, extraen su luz y su vida de la luz concentrada del Sol. Así las almas razonables no pueden nada por sí solas si no están iluminadas por los rayos de la gracia del Sol de Justicia, nuestro Señor Jesucristo, por medio de su Espíritu Santo. La Providencia admirable del Padre de la luz ha querido que hacia el fin del tercer día y como al comienzo de las cuarto de la creación, la luz, antes difusa, tomase forma en el sol que alumbra el mundo temporal, y que hacia el fin de los tres mil años después de la creación, la Majestad divina tomase carne para iluminar y regir al mundo eterno. Y como nuestras almas son eternas, constituyen (hablo de los Elegidos) desde esta vida, habitáculos y templos del Espíritu Santo, que las conduce y perfecciona, así como el espíritu del Universo hace con los espíritus materiales. ¡Oh! Cuán dichosos seríamos si el maldito pecado no oscureciese la claridad de nuestras almas, que después de ese desdichado accidente no conocen más que en parte y por cierto muy imperfectamente. Todo, digo absolutamente todo, lo que nos queda de la excelente luz que el alma ve en su creación, nos es dado por obra de la pura misericordia Dios y según su agrado, sin lo que nuestra alma embrutecida estaría como confundida con la animal y bajo su dominio para vivir y morir con ella; porque ella lo precipita a la muerte, de igual modo que del otro lado el alma regenerada por el espíritu de Dios vivifica y eleva el alma animal a la vida eterna. Los que desearen perfeccionar su alma, deben dirigirse con firme fe a Dios, y despojarse del residuo del pecado con un serio arrepentimiento para obtener el Espíritu Santo, que es el galardón seguro de su salvación y los conduce de gracia en gracia y de luz en luz, hasta que habiendo depositado, de acuerdo con el orden presente la crasitud perecedera que vela a alma, puedan revestirse en la segunda vida del mismo cuerpo, pero purificado y hecho espiritual, a fin de presentarse ante el Trono del Eterno y magnificarle y glorificarle en toda eternidad. Su paternal misericordia nos conduce a ello por el amor de su Hijo amado, Jesucristo, para el cual, son el Padre y el Espíritu Santo, sean el honor y la gloria para siempre jamás. La generación en el reino animal es asaz visible, y como hallaréis de ella descripciones sencillas, me dispenso hacerlas. La conservación de los animales se hace por medio de los elementos, de los alimentos y de los medicamentos, cuya cantidad y calidad les causa más o menos bien y mal. Su destrucción se hace cuando uno de los principios predomina sobre el otro; esta desigualdad causa su equilibrio. Donde abunda la humedad, vienen las enfermedades que de ella participan, como catarros o hidropesías; si el fuego, fiebres ardientes; lo que debe guiar en la busca de las curas al espíritu de los curiosos hacia el remedio capaz de restablecer y conservar ese equilibrio de los principios que causa la salud. Falta mencionar la armonía de las cosas, que es una materia tan amplia como hermosa y útil. Todo lo que acabo de deciros más arriba habla precisamente de ello, y aunque no dijera más sobre el tema, creería haberlo satisfecho con amplitud. De todos modos, para contestar vuestra curiosidad, os diré, en forma de epílogo, que debe haber gran relación de una persona a otra puesto que la materia no difiere sino tan sólo la forma. Aun los mismos elementos sacados de un caos común no difieren entre ellos sino en razón de su disposición. Todas las cosas han emanado de la unidad y a ella vuelven. Esta contemplación es como la clave de los mayores secretos de la Naturaleza, en la que vemos que todo está ordenado en el tiempo, en la medida y en el peso. Observando la generación, la conservación y la destrucción de los tres reinos de la Naturaleza, veréis que concuerdan por entero entre sí en cuanto a este punto; nacen de los tres principios de la Naturaleza, donde el activo hace de macho y el pasivo de hembra, por el calor interior de la simiente y por el exterior de la decocción; no importa que el origen sea diferente en forma, como también las criaturas lo son entre sí. Ellos subsisten y son conservados por la atracción del bálsamo semejante al que les es inherente, que les sirve de alimento, por el calor exterior, y que fortifica al interior, conservando en equilibrio los humores. Son destruidos por la atracción de la intemperancia residente en los alimentos y elementos que el Eterno ha maldecido (Génesis, 3, 27), a causa del pecado del hombre, por la disminución de los órganos y el desequilibrio hereditario de la sangre. Le es preciso a cada cuerpo de los tres reinos la simiente, la matriz, su movimiento, su calor doble y proporcionado, de suerte que no difieren entre sí más que por la situación que el Creador les ha dado con su forma y la intención de multiplicarse cada uno en su especie (Génesis, 1, 22). No basta conocer la armonía de las cosas terrestres esenciales sino que hay que observar su concierto con las superiores. El Sol elementario tiene una semejanza muy grande con el central; se envían uno a otro sus rayos y atracciones por una reverberación continua y recíproca, para facilitar con ese movimiento la propagación de las criaturas. La Luna y las Estrellas tienen igualmente un continuo comercio con las potencias astrales inherentes a los cuerpos sublunares, donde residen espíritus, relacionándose en virtud e inclinación los unos con los otros. Considerad en segunda la armonía de los espíritus y de los cuerpos con sus operaciones paralelas, como rápidamente lo he apuntado más arriba. Y sobre todo, admirad la relación del mundo espiritual con el material, el uno lleva la imagen del otro, y lo que algún día aparecerá exaltado en el mundo superior, se ven en cierto modo bosquejado en el inferior. El Sol elementario preside la dirección del mundo eterno; el tiempo es un movimiento, su dirección del mundo eterno; el tiempo es un movimiento, su director creado es móvil, y la Eternidad consistente en un reposo constante está regida por el inmutable, que ha sido, que es y que será el mismo de siglo en siglo. Cuando él aparezca inmediatamente en la persona glorificada de su Verbo eterno, en la carne, como aparece mediatamente en los instrumentos materiales, dispuestos para la dirección de la obra admirable de la Creación, su inmensa luz eclipsará a la que él distinguió del caos para regular el movimiento de tiempo, el cual terminará en el mismo instante en que el fuego de esta nueva claridad incomprensible destierre lo perecedero y lo oscuro, exaltando nuestros cuerpos a esa luminosa diafanidad de la que su bondad paternal ha hecho ver una muestra admirable (Mateo,17, v. 2, y Marcos, 9, v. 3), como también (2Reyes, 2, v. 11), donde la presencia del Eterno en el transporte de Elías ha obrado sobre él casi de la misma manera. Entonces, como todas las cosas emanadas de la unidad incompresible del Eterno habrán cumplido su camino en la armonía del Macrocosmos inferior, volverán a la unión purificadas de las tinieblas, las que tendrán el lugar de tierra condenada en esa nueva creación, y servirán de habitáculo a los espíritus de los hombre malignos, excluidos de la luz y presencia del Eterno. Así los Ángeles y los hombres bienaventurados habitarán en la gloria incomprensible para alabarle, bendecirle, y exaltarle para siempre. Que su Bondad y misericordia paternales quieran perdonar nuestras ofensas y colmarnos con los bienes de su casa por el amor de su Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, tengan gloria y honor para siempre jamás. Amén. He ahí, Señor, el extracto de mi lectura de los Filósofos, sencillo y sin afectación de adorno ni de ostentación, del que os hago obsequio tan de corazón como soy, Señor, vuestro, etcétera. FINAL